Edmund Booth, maestro, aventurero, intelectual y editor sordo estadounidense (1810‐1905)

Alejandro OviedoPor Alejandro Oviedo,

Berlín, 2007.

Sección: Biografías.

 

 

Edmund Booth es una leyenda entre los Sordos de los Estados Unidos. Este hombre, que retratos y relatos de sus contemporáneos muestran como un gigante de casi dos metros y más de cien kilos de peso, con unas eternas barbas, estuvo entre los primeros alumnos de Laurent Clerc y Thomas H. Gallaudet en la escuela para Sordos de Hartford, y una vez egresado de ella ejerció los oficios de maestro de niños sordos, granjero, fundador de un pueblo, buscador de oro en California, poeta, cronista de la ciudad, predicador, editor‐propietario de un periódico e influyente articulista de opinión. Fue un defensor de la lengua de señas, de la integración de los Sordos a la comunidad de oyentes y un decidido crítico de la esclavitud de los africanos. Esta es una breve reseña de su larga vida.

Los primeros años de Edmund Booth

Booth nació el 24 de agosto de 1810 en un pequeño poblado de Massachussetts llamado Chickopee, y en el seno de una familia de granjeros. Cuando tenía 4 años, un brote de meningitis en su región mató a su padre y lo dejó a él parcialmente sordo y del todo ciego del ojo izquierdo. Su sordera se hizo definitiva poco después, cuando el niño tenía 8 años. Su madre asumió la tarea de educarlo, y le enseñó a leer y escribir. No fue hasta que tenía 18 años que Edmund pudo ir a la escuela, cuando su familia consiguió para él un cupo en el Connecticut Asylum for the Deaf and Dumb, como se llamaba la escuela de Hartford. A pesar de su pérdida auditiva, Booth continuó hablando bien el inglés durante toda su vida.

Cortesía de los Archivos de la Universidad de Gallaudet.
Edmund Booth. Cortesía Archivos de la Universidad de Gallaudet.

Booth maestro

Edmund Booth terminó la escuela en 1832. Inmediatamente recibió una plaza como maestro sustituto, que ocupó por varios meses, mientras el titular de esa plaza estaba enfermo. El excelente trabajo hecho por Booth hizo que el director de la escuela le ofreciera trabajo fijo en ella. A partir de 1833 Booth se hizo parte de la planta docente de la escuela, y recibía con frecuencia el encargo de gestionar recursos para la escuela ante instituciones públicas y privadas. Durante el primero de los siete años que desempeñó su trabajo docente, Booth inició una relación con una de sus alumnas, May‐Ann Walworth, con quien se casaría en 1840, luego de abandonar su trabajo en la escuela. Según relatos de sus biógrafos, la labor docente, a pesar de resultarle interesante, era demasiado tranquila para los afanes de experimentar lo nuevo que tenía Booth en la vida. Como excusa para irse, decidió pedir un aumento de sueldo más allá de lo que sabía que la escuela estaba en capacidad de pagarle (su pago era ya alto para la época), y tras la esperada negativa, abandonó Hartford e inició un largo viaje a Iowa, de donde era oriunda su novia y donde estaba ella viviendo entonces, después de que también había finalizado sus estudios. Era el año 1839.

De granjero y fundador de un pueblo a buscador de oro en California

En 1839, Booth decidió adquirir unos terrenos en un sitio llamado Anamosa, donde algunas familias comenzaban a fundar un pueblo. Booth construyó allí la primera casa de cimientos firmes del lugar, y tras casarse con Mary‐Ann y traerse a buena parte de su propia familia desde Massachussetts, se dedicó a trabajos agrícolas. En esto estuvo ocho años, en los cuales dedicó muchos esfuerzos por identificar a los niños sordos de la región y en procurar que el gobierno cubriera los gastos de la educación de esos niños en la escuela para sordos del vecino estado de Illinois. Más adelante formó parte del grupo que logró la fundación de la Iowa School for the Deaf, que se ocupó de la educación de los niños sordos del Estado de Iowa.

En 1848 se regó por todo aquel país la noticia de que en California se habían encontrado grandes yacimientos de oro. Esto inició un interesante período de la vida de Estados Unidos, conocido en inglés como el Gold Rush (traducido a veces como “la fiebre” y a veces como “la quimera” del oro). Decenas de miles de personas de todo el continente se trasladaron a la zona, con la ilusión de hacerse ricos con el metal. Edmund Booth decidió probar suerte también, y el año siguiente emprendió un viaje que lo llevó hasta el Oceáno Pacífico, en compañía de otro Sordo llamado Clough. Sus aventuras durante los cinco años que estuvo en California fueron recogidas por Booth en sus diarios (cuya versión original se puede leer completa en internet, en la página de American Memory, cuyo URL se señala abajo, en las fuentes). Entre otros episodios interesantes relata Booth sus esporádicos encuentros con otros Sordos y con los indígenas que habitaban la zona, con los cuales Booth se comunicaba en lengua de señas (en todo el territorio de lo que es hoy Estados Unidos los habitantes de los pueblos originarios conversaban entre sí, para salvar la barrera impuesta por sus muchas lenguas, a través de una lengua de señas). A pesar de las dificultades (estuvo a punto de morir de cólera), Booth pudo conseguir suficiente oro como para mantener a su familia con envíos de dinero durante todo el tiempo de su ausencia, y terminó ahorrando una pequeña fortuna con la que regresó a su casa, en 1854, a requerimientos de su esposa. Su viaje de regreso fue otra aventura, que lo llevó a navegar al sur hasta Nicaragua, atravesar ese país hasta el Atlántico y navegar de vuelta a Estados Unidos.

El Anamosa Eureka y el trabajo de Booth como articulista

De regreso a Iowa, su pueblo había entonces crecido lo suficiente como para tener ya su propio periódico, el Anamosa Eureka. Booth se empleó a su llegada como editor del diario, y en 1856 invirtió sus ahorros en comprarlo. Estuvo hasta 1868 dedicado al trabajo de editor, y el diario llegó a ser muy leído en la región. Los editoriales de Booth cobraron peso en la opinión pública. Esto fue especialmente relevante en los años de la Guerra Civil Estadounidense o Guerra de Secesión (1861‐ 1865), en la que el norte de ese país entró en guerra con el sur. Una de las razones aducidas del conflicto (que fue empero más complejo que eso) fue la decisión de los estados del sur del país de mantener vigente el sistema de esclavitud. Booth fue particularmente activo en criticar esta práctica, y tal vez con alguna exageración de parte de sus paisanos llegó a decirse, en su tiempo, que los editoriales del Anamosa Eureka, así como otros artículos que Booth publicaba, eran tan determinantes para ganar la guerra en esa región como las estrategias de los generales.

En los años previos a la guerra, Booth se vio envuelto en otra disputa muy famosa entonces, originada por el proyecto de varios Sordos de fundar su propio Estado dentro del país. Este proyecto, conocido en inglés como la Deaf‐Mute Commonwealth, era promovido por un grupo que lideraba James J. Flournoy, un Sordo del estado sureño de Georgia (hay una breve reseña de este proyecto en el artículo “La utopía Sorda”, que se encuentra en la sección ARTICULOS Y DOCUMENTOS de esta página web). Booth fue uno de los intelectuales que criticó de modo más sólido este proyecto. A pesar de confesar que en su juventud había también acariciado la idea de formar un poblado de Sordos 2, en sus artículos opinaba que lo mejor para los Sordos era hacer el esfuerzo de aprender a vivir en una sociedad de oyentes, ya que sus hijos eran por lo general también oyentes, y porque los Sordos, como comunidad, carecían de la fuerza y la formación necesarias para mantener por su propia cuenta una sociedad próspera. En uno de sus artículos, publicado en el Anamosa Eureka en 1857, Booth acusó a Flournoy de defender el sistema de esclavitud (Flournoy era un acomodado propietario de tierras y esclavos), y le sugirió mudarse al norte del país, para que aprendiera el modo de vivir en paz y en prosperidad en medio de oyentes.

Otro interesante tópico que abordaron los artículos de Booth en aquellos años fue el de la actitud racista y discriminadora de las clases gobernantes del país, que limitaban su concepción del ciudadano estadounidense a lo que representaba el modelo del hombre blanco y sin limitaciones físicas. Booth blandía un argumento muy convincente (Nota 1): en 1840, el gobierno de EE.UU había realizado un censo nacional. Entonces había en el Condado de Jones, al que pertenecía Anamosa, cuatro habitantes Sordos: Booth, su esposa y dos ex‐compañeros suyos egresados también de la escuela de Hartford. En el censo, todos cuatro fueron clasificados como “negros, ciegos, idiotas y enfermos mentales” (parece que tal clasificación había sido aplicada, sin distinción, a todos los negros y personas con discapacidades sensoriales). El gobierno, sostenía Booth, continuaba todavía en la década de 1870 planificando sus políticas a partir de los datos que ofrecía ese censo, de clara orientación racista y discriminadora.

Los últimos años de Edmund Booth

Sus biógrafos afirman que Booth, a pesar de su activismo periodístico a favor de los Sordos, se mantuvo toda su vida más bien aislado de sus compañeros de destino. Solamente en su vejez comenzó a participar directamente en actividades de la comunidad Sorda, como cuando en 1880 participó en las discusiones que llevarían a la fundación de la Asociación Nacional de Sordos (NAD) de EE.UU. Ese mismo año recibió un título honorario de maestría en artes del entonces Gallaudet College.

En 1895, Booth abandonó su actividad periodística, y se retiró. Tenía entonces 85 años. Vivió todavía en su retiro otros diez años, hasta que murió el 24 de marzo de 1905, cinco meses antes de cumplir los 95 años.

Fuentes:

Booth, Edmund (1810‐1905) forty‐niner; the life story of a deaf pioneer, including portions of his autobiographical notes and gold rush diary, and selections from family letters and reminiscences [Diario y escritos personales]. “American Memory: California As I Saw It: First‐Person Narratives of California’s Early Years, 1849‐1900”. http://memory.loc.gov/ammem/cbhtml/ (vista el 11/04/2015).

Cleve, John V. van (1987). “Booth, Edmund (1810‐1905)”. En: Cleve, John V. van (ed.). Gallaudet Encyclopedia of Deaf People and Deafness. Nueva York: McGraw Hill. Tomo I, págs. 143‐144.

Lang, H.G. (2004). Edmund Booth: Deaf pioneer. Washington DC: Gallaudet University Press. [el capítulo 5 del libro de Lang puede leerse completo en la página web de la editoral, en el URL http://gupress.gallaudet.edu/excerpts/EBfive.html (visitada el 27/04/07)]

Flournoy, J.J., E. Booth et al. (2001) “On Planning a Deaf‐Mute Commonwealth”. En: Bragg, L. (ed.) Deaf World. A historical reader and primary sourcebook. Nueva York: New York University Press, págs.13‐26.

Lane, H. (1984) When the mind hears. A history of the deaf. Nueva York: Penguin.

 Notas:

Nota 1: En su biografía novelada (recreada por Lane 1984), Laurent Clerc cuenta haber sido parte de este proyecto junto a Booth y otras decenas de Sordos egresados de la escuela de Hartford. La idea que tenían era comprar unos terrenos (dentro de una ciudad), y construir un vecindario para vivir juntos, y poder continuar disfrutando de la vida en comunidad que les había enseñado a apreciar la escuela. Este proyecto, que no llegó nunca a concretarse, no tenía sin embargo la misma naturaleza que el propuesto años después por el grupo liderado por J.J. Flournoy.

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