Unas notas sobre el estudio de las lenguas de señas antes de la era de Stokoe

Alejandro OviedoPor Alejandro Oviedo,

Berlín, 2007.

Sección: Artículos, historia.

Todos hemos asumido hasta ahora, siguiendo la interpretación más difundida, que la lingüística de las lenguas de señas se inicia a principios de la década de 1960 con los trabajos de William C. Stokoe en Gallaudet. Eso es en parte cierto, al menos referido al estudio de estas lenguas tal como lo conocemos hoy. Pero antes de Stokoe hubo otros estudiosos que también hicieron aportes de valor científico para la descripción las lenguas de señas. Este texto presenta algunos datos al respecto, con el ánimo no sólo de hacer justicia a esos investigadores olvidados, sino además para acentuar la necesidad de replantearnos el modo en que estamos interpretando la historia de la Sordera.

Los estudios durante el Siglo XVIII

Las primeras reflexiones teóricas acerca de las lenguas de señas son muy tempranas (en el mundo occidental remiten, como siempre, a la antigüedad clásica griega).

Los estudios sistemáticos comienzan, sin embargo, en el Siglo XVIII, con los filósofos de la Ilustración, mayormente en Francia. Algunos de aquellos sabios, que andaban en la búsqueda de la lengua universal (hay un resumen detallado en Fischer 2002. Cfr. también Kendon 2002), miraron con interés hacia las lenguas de señas, creyendo encontrar en ellas el vestigio de tal sistema, que haría posible la comunicación, y con ella, la confraternización, de todos los seres humanos, que estaban separados unos de otros por la barrera de sus respectivas lenguas nacionales.

Otro aspecto que fue abordado en esa época fue el origen del lenguaje. El sabio italiano Giambattista Vico (1668‐1744), por ejemplo, era de la idea de que las lenguas de señas constituían sistemas muy cercanos a los orígenes del lenguaje, pues todas las metáforas esenciales usadas por las lenguas modernas se basan en la experiencia corporal, y estas metáforas aparecen en las lenguas de señas de modo icónico, sin el traje arbitrario del sonido (Kendon 2002). Un ejemplo de esto lo ofrecen las metáforas usadas en lenguas indoeuropeas para representar que se ha comprendido algo: la información es “capturada” con la mano como si fuera un objeto que está ubicado frente a la persona, y se atrapa al vuelo. En la Lengua de Señas Colombiana, por ejemplo, la seña DARSE‐CUENTA‐DE consiste justamente en cerrar la mano de modo abrupto frente a la cara; y en la Lengua de Señas Venezolana, ENTENDER se articula cerrando la mano junto a la sien. Del mismo modo, en inglés y alemán, por ejemplo, los verbos to grasp y greifen (agarrar algo con la mano) significan también “entender”. En su origen, el verbo español “aprender”, del latín aprehendere, significaba también “agarrar”. Todavía tenemos este significado vivo en el verbo “prender”. Otros filósofos como Diderot (en su “Carta sobre los sordomudos”, 1751) o Condillac (en su “Ensayo sobre el origen del conocimiento humano”, 1756) argumentaban que la lengua de señas revelaba, en su sintaxis, la lógica gramatical del pensamiento humano, desprovista de las convenciones históricas que le imponían las lenguas habladas.

En las discusiones teóricas de la época también participaban Sordos. En su escrito de defensa a la Lengua de Señas Francesa (publicado en 1779), el Sordo parisino Pierre Desloges (1742‐1792 ?) hace una interesante revisión de los argumentos que los sabios de la Ilustración esgrimían para defender la idea de la lengua de señas como un vehículo de comunicación universal.

En esos mismos años un sabio español, el jesuita Lorenzo Hervás y Panduro (1735‐ 1809), publicó un grueso tratado que tituló Escuela Española de Sordomudos (Hervás y Panduro 1795). Hervás y Panduro era políglota, y se aproximó a la comunicación gestual desde su perspectiva de lingüista. Basándose en observaciones hechas entre Sordos romanos, Hervás y Panduro concluía que “el lenguaje de los Sordomudos” evidenciaba estar estructurado en ideas gramaticales (ver Gascón y Storch de Gracia 2004). Una de ellas correspondía a la definición de los roles semánticos. Las señas tenían, por su significado, funciones de verbos o de nombres. Al concurrir en la oración, adoptaban el orden relativo “nombre‐verbonombre”.

A partir de allí, el significado predicado correspondía al esquema AGENTE‐verbo‐PACIENTE (Alonso‐Cortés 2000). Quiere decir que “el lenguaje de los Sordomudos”, del mismo modo que en lenguas de morfología simple como el inglés o el mandarín (por nombrar dos bien conocidas) los roles semánticos se asignaban a través del orden de aparición: si las entidades referidas por esas señas asumían la función de sujeto, debían concurrir antes del verbo; si de objeto, tras el verbo.

Cabe destacar que Hervás y Panduro no basaba su argumento sobre la naturaleza lingüística de las lenguas de señas en el mismo razonamiento de base filosófica de sus contemporáneos. Mientras que para estudiosos como Vico, Diderot o Condillac el orden de los elementos oracionales en la proposición de la lengua de señas revelaba el modo en que funcionaba el pensamiento, para Hervás y Panduro este orden no era más que la manifestación de una de las tantas posibilidades de combinación del lenguaje humano, cosa que el sabio español probaba citando ejemplos de otras lenguas.

 

En el Siglo XIX

 En el Siglo XIX la discusión derivó hacia un nuevo aspecto. El teórico caribeño (oriundo de la isla de Guadalupe) Roch Ambroise Auguste Bébian (1789‐1839) propuso en 1822 un sistema de análisis para las lenguas de señas basado en la discriminación, en las señas, de componentes más pequeños que estas, entre los que reconocía el órgano articulador y el tipo de movimiento realizado. En su libro Mimographie (Bébian 2006 [1822]) sugiere una lista de unidades para su sistema de transcripción, que es, funcionalmente, muy similar al propuesto por Stokoe casi 150 años después (ver Fischer 1995). Como en el caso de Stokoe, el sistema de Bébian era esencialmente un sistema de escritura. Para Bébian, las señas podían descomponerse en una serie de cinco elementos básicos: la forma de la mano, su posición en el espacio, el lugar donde se ejecutaba la seña, la acción ejecutada y la expresión facial usada. Cada uno de esos elementos conformaba series limitadas, que era factible ordenar y escribir con un determinado símbolo. La propuesta de Bébian coincidía en sus elementos esenciales con la de Stokoe, pero no recibió la atención de sus contemporáneos, por lo que fue olvidada.

El surgimiento de la antropología como disciplina científica llevó a que se abordara asimismo el estudio de sistemas de señas usados entre comunidades oyentes, como en el caso de los indígenas norteamericanos (que se comunicaban entre sí a través de una lingua franca señada) o de los aborígenes australianos (que usan una lengua de señas durante el tiempo en que, por sucesos tales como la muerte de un familiar, les es vedado hablar) (Kendon 1988).

Desgraciadamente, parece que propuestas como las señaladas no recibieron la atención de la ciencia, y se quedaron sin continuidad. La mayoría de menciones hechas sobre las lenguas de señas durante el Siglo XIX continuaron, a partir del modelo provisto por los filósofos de la Ilustración, limitadas a un carácter más especulativo‐filosófico. Para los hombres del Siglo XIX, también, la lengua de señas (se la pensaba como una sola) era natural, y con eso se entendía que surgía de una facultad innata del ser humano a expresarse a través del cuerpo. Era una cualidad universal. Las lenguas habladas, al contrario, eran vistas como sistemas arbitrarios desarrollados por el ingenio humano, particulares de cada grupo, y por tanto, no universales.

El hecho de que la lengua de señas fuera natural la hacía más cercana a Dios, y por tanto, más bella. Esta era una premisa filosófica romántica, según la cual la naturaleza constituía el modelo de lo perfecto, y en la medida en que el ser humano se abandonaba a su condición natural, se hacía bueno y bello.

Las diferencias entre las lenguas de señas de una región y otra, o entre éstas y la gestualidad de los oyentes, era considerada no una cuestión de clase, o de cualidad, sino una cuestión de grado: en el fondo a todas las subyacía el mismo tipo de principios (Baynton 2002:18). A semejanza de los filósofos del Siglo XVIII, se creía descubrir en la sintaxis de las lenguas de señas un principio gramatical universal, más lógico y cercano a la observación del mundo que las estructuras gramaticales de las lenguas habladas.

En Estados Unidos, semejantes reflexiones provenían mayormente de los maestros de Sordos, muchos de ellos también Sordos, y casi todos ligados también a las iglesias evangélicas (Baynton 2002). El cuerpo, se creía, no sabía mentir, y de allí que un discurso rico en gestos era necesariamente un discurso sincero. Estas premisas, que eran comunes a colectivos Sordos y oyentes, tenían gran impacto en el modo en que se veía a los Sordos en el colectivo mayoritario.

Una discusión interesante se daba también en torno al hecho de la capacidad de la lengua de señas, comparada con las habladas, para codificar distintos tipos de información. Existía consenso entre los estudiosos acerca de que la lengua de señas era muy superior a las habladas en su capacidad para trasmitir emociones. Thomas Hopkins Gallaudet (1787‐1851) escribía en 1847: el corazón reclama como su lenguaje peculiar y apropiado ese del ojo y la postura, las actitudes, movimientos y gestos del cuerpo (citado por Baynton 2002 :21). Esto último no era exclusivo de los espacios de la comunidad Sorda, sino de dominio general en amplios sectores de Europa y Estados Unidos, según reportan los estudios.

 

El advenimiento del darwinismo y sus consecuencias para las lenguas de señas

Tras la publicación, en 1859, de las teorías evolucionistas de Darwin, se difundió lentamente la idea de que los organismos vivos se hacían más complejos y hábiles para la supervivencia con el paso del tiempo. Según esto, las formas recientes de la vida eran más ricas y perfectas que las del pasado. Trasladando este principio a los fenómenos sociales, se propuso que las lenguas de los pueblos « primitivos » (esto es, los no europeos) eran sistemas pobres e imperfectos, comparados con las lenguas habladas por las sociedades occidentales. Los hombres « primitivos », además, usaban en su discurso más apoyo gestual que los modernos, afirmaban algunos antropólogos, y eso era muestra de que la comunicación basada en la sola estructura lingüística (a partir del modelo de la escritura) era más evolucionada que la comunicación de base pragmática que hacía uso abundante de gestos o del contexto de situación. Este argumento fue esgrimido con vehemencia por reputados defensores del oralismo como Alexander Graham Bell, quien veía en las lenguas de señas primitivos sistemas de comunicación que era conveniente proscribir.

A partir de tales concepciones, no solamente se abandonó el estudio de las lenguas de señas de los Sordos, sino también el interés por describir sistemas de comunicación gestuales como los usados por los aborígenes australianos, los monjes cistercienses o los indígenas norteamericanos, que a lo largo del Siglo XIX, como ya se dijo antes, habían recibido la atención de numerosos estudios (Cfr. Baynton 2002 y Kendon 2002).

Cuando Stokoe propuso su modelo de análisis estructural para la ASL, se encontró con el escepticismo de sus colegas, inmersos en la misma ideología darwinista. Sus primeros trabajos fueron ya dados a conocer a finales de 1950, pero no fue hasta (Cfr. Padden y Humphries 2005).

Stokoe y el renacimiento de los estudios lingüísticos de las lenguas de señas

La historia oficial de la lingüística de las lenguas de señas, como señalé al comienzo de este ensayo, insiste en marcar el hito de la obra de Stokoe como el inicio absoluto de las investigaciones científicas sobre las lenguas de los Sordos.

Hay que repetir que el aporte de Stokoe tiene un valor indudable, pero debe retomarse el trabajo de estudiosos anteriores para comprender en su plena dimensión el significado de las propuestas del profesor de Gallaudet. El año 2002, como homenaje a Stokoe (había fallecido el 04 de abril de 2000), la Universidad de Gallaudet publicó un volumen de ensayos titulado El estudio de las lenguas de señas: homenaje a William C. Stokoe (Armstrong et al. 2002). El tono del volumen, muestra del discurso oficial al que hago referencia, destaca el significado de la obra de Stokoe poniendo en cuestión toda la literatura especializada previa a él como irrelevante en términos científicos. Stokoe, al decir de uno de los colaboradores del volumen, no tuvo bases en lingüística sobre las cuales construir.

El estudio decimonónico de las lenguas de señas era tan diferente de los temas modenos que Stokoe habría encontrado en él poco que le fuera de utilidad [1](Baynton 2002:13). Esta afirmación, que resume el libreto de la interpretación oficial de la historia de la lingüística de las lenguas de señas, adolece del mismo espíritu arrogante y falto de fundamentos que caracteriza mucho del discurso científico actual en nuestra disciplina. En ningún rincón del mencionado volumen se presta atención a lo hecho por estudiosos como Hervás y Panduro o Bébian, cuyo carácter precursor se ignora supinamente, para dejar el único mérito del hallazgo en manos de los actuales dueños del mundo. Es conveniente poner esta interpretación en duda, y mirar de nuevo en los archivos históricos no sólo para reeditar las obras de los precursores, sino para indagar si realmente fueron ellos los únicos, o si sus trabajos carecieron en verdad de cualquier intento de continuidad, como ahora creemos.

 

Fuentes:

Alonso‐Cortés, A. (2000) Lorenzo Hervás y el lenguaje de los sordos. Círculo de Lingüística Aplicada a la Comunicación 4, noviembre 2000. ( una versión completa del texto se encuentra en http://www.ucm.es/info/circulo/no4/alonsocortes.htm ‐visitada el 16/11/06).

Armstrong, D., M.A. Karchmer y J.V. van Cleve (eds.) The Study of Signed Languages: Essays in Honor of William C. Stokoe. Washington, D.C.: Gallaudet University Press.

Baynton, D. (2002) “The curious Death of Sign Language Studies in the Nineteenth Century”. En : Armstrong, D., M.A. Karchmer y J.V. van Cleve (eds.) The Study of Signed Languages: Essays in Honor of William C. Stokoe. Washington, D.C.: Gallaudet University Press, págs. 13‐34.

Bébian, R.A. (2006) “Essay on the Deaf and Natural Language or Introduction to a Natural Classification of Ideas with their Proper Signs”. En: H. Lane (ed.) (2006) The Deaf Experience. Classics in Language and Education. Washington, D.C.: Gallaudet University Press, págs. 129‐160.

Gascón Ricao, A. y J.G. Storch de Gracia y Asensio (2004) Historia de la educación de los sordos en España y su influencia en Europa y América. Madrid: Ramón Areces.

Fischer, R. (2002) “The study of natural sign language in eighteenth‐century France”. Sign Language Studies (2, 4), págs. 391‐406.

Fischer, R. (1995) „The notation of sign languages: Bébian´s mimographie”. En: Bos, H. y T. Schermer (eds. ) Sign language research 1994. Hamburgo: Signum, págs. 285‐302.

Hervás y Panduro, L. (1795) Escuela Española de Sordomudos o Arte para enseñarles a escribir y hablar el idioma español, dividida en dos tomos. Madrid: Imprenta Real. Edición facsimilar completa en el URL (visitado el 22/11/06)

http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=10702&portal=20.

Kendon, A. (2002) “Historical observations on the relationship between research on sign languages and language origins theory”. En : Armstrong, D., M.A.

Kendon, A. (1988) Signs languages of aboriginal Australia. Cambridge: Cambridge University Press.

Karchmer y J.V. van Cleve (eds.) The Study of Signed Languages: Essays in Honor of William C. Stokoe. Washington, D.C.: Gallaudet University Press, págs. 35‐52.

Padden, C. y T. Humphries (2005) Inside Deaf Culture. Cambridge: Harvard University Press.

Notas

[1] Stokoe (…) had no foundation in linguistics on which to build. The nineteenth‐century study of sign language was so different from modern concerns that Stokoe would have found it of little direct use.

Un comentario

  1. Angela Baalbaki said:

    Prezado professor Alejandro Oviedo,
    Cou professora de Linguística de uma universidade pública no Brasil.
    Tenho pesquisado a questão da constituição de saber metalinguístico das línguas de sinais a partir do quadro teórico da História das Ideias Linguísticas.
    Gostaria de saber se há possibilidade de baixar os textos da «História da educação de surdos» no formato pdf.
    Desde já agradeço a atenção.
    Cordiais cumprimentos

    7 mayo, 2019
    Reply

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